viernes, 19 de diciembre de 2014

Niño soldado: “Nuestra mente todavía no era fuerte para ver lo que vimos”

Maeva permanece en las filas de la milicia anti-balaka desde 2013, no ve muchas opciones de vida fuera © Sylvain Cherkaoui/ Cosmos/Save The Children



“No es bueno para un niño entrar a un grupo armado porque cuando lo haces ves a gente matando gente, ves muertos. Eso no es bueno porque tú aún eres un niño, tu mente no es fuerte todavía para ver cosas como esas”. A sus 17 años, Jean –nombre ficticio- ya sabe lo que es un AK47. "Maté a gente con ella, maté a mucha gente". Dice que ahora ya ha crecido, que “cuando era joven”, a los 16, y decidió unirse a las milicias Seleka (“alianza” en sango, el idioma oficial de la República Centroafricana), “no sabía lo que estaba haciendo”. “Mi única motivación era pensar que ganaría dinero”.

Desde el inicio del conflicto en la República Centroafricana hace ahora dos años, el número de menores reclutados por los grupos armados como combatientes, porteadores, espías o con fines sexuales se ha cuadruplicado. Según UNICEF, en diciembre de 2012 había unos 2.500 niños y niñas soldado en el país. Hoy, la cifra se sitúa entre los 6.000 y los 10.000. Algunos tienen tan solo ocho años de edad.

La necesidad de supervivencia ante una situación de empobrecimiento agudizada por la crisis, los deseos de venganza o el secuestro son algunas de las causas que pueden conducir a un niño a las filas de uno de estos grupos, sostiene Save the Children en un informe que ha visto la luz este jueves. En él se recogen las historias personales de algunos de ellos, como Jean o como Maeva, integrante de los anti-balaka (“anti-machetes”), la milicia formada por cristianos y animistas que se oponen al control de los musulmanes de Seleka, la fuerza en el poder desde que derrocaran al presidente François Bozizé, en marzo de 2013. Pese al frágil acuerdo de alto el fuego alcanzado el pasado julio, los enfrentamientos entre las distintas facciones han seguido sucediéndose.
Campo de desplazados de Kaga-Bandoro, donde permanecen miles de personas desde septiembre © Sylvain Cherkaoui/ Cosmos/Save The Children

“Un día, los de Seleka llegaron. Yo no estaba porque había ido a la iglesia. Cuando regresé, encontré el cuerpo de mi tía dentro de la casa. La habían asesinado. Entré en pánico, cogí su teléfono y llamé a mis padres, que vinieron y se llevaron el cuerpo. Cuando los ritos del funeral acabaron, tres días después, decidí volver a casa. Entonces, cinco hombres armados entraron. Me violaron. Después de eso huí del pueblo y oí hablar de los anti-balaka. Recordé todo lo que le habían hecho a mi tía y como resultado de la rabia, decidí unirme a ellos”, cuenta Maeva. Sucedió en 2013. Cuando fue entrevistada por Save the Children, en septiembre de este año, seguía vinculada al grupo. Estaba en Bangui, la capital del país, en la base de la milicia, junto a otros niños.
“Ahora lavo los platos, limpio, cocino, [hago] cosas como esas. Las chicas y los chicos somos iguales, hacemos las mismas tareas. Nuestros líderes nos han inculcado eso. Ellos no me impedirían dejar el grupo si quisiera, pero no me quiero ir todavía”, dice esta adolescente de 17 años, que asegura que algunos comandantes anti-balaka le han pedido matrimonio, aunque casarse no está aún en sus planes. Si no hubiera sido por todo lo que sucedió, Maeva subraya que nunca habría imaginado que acabaría convertida en una rebelde. “Siento que ya he vengado a mi tía”, reconoce, y admite que le gustaría seguir estudiando en el futuro pero, de momento, no ve muchas opciones de vida fuera del grupo armado.

“Querían que fuésemos mezquinos, despiadados”

UNICEF calcula que en la República Centroafricana, un país de mayoría cristiana que no llega a los cinco millones de habitantes, más de 2,3 millones de niños y niñas se han visto afectados por el conflicto. Además, alrededor de 500.000 continúan desplazados. A mediados de año, el secretario general de la ONU alertaba en su informe Infancia y Conflicto Armado de que el progresivo deterioro de la situación estaba favoreciendo el re-reclutamiento de menores. “Muchos de estos niños han pasado por cosas por las que ningún adulto y menos un niño, debería pasar, presenciando la muerte de seres queridos, viendo sus casas destrozadas y sobreviviendo en condiciones duras y de inseguridad”, denuncia la responsable de Protección de Save the Children en la República Centroafricana, Julie Bodin.
Grâce a Dieu –nombre supuesto- se unió al Seleka después de que secuestraran y asesinaran a su padre. “Hasta hoy nadie ha sido capaz de encontrar su cuerpo”, desvela. Grâce tenía entonces 15 años y era el mayor de siete hermanos, su madre vendía frijoles en el mercado. No daba para mucho. “Pensé que si me unía al grupo armado podría cuidar de mi familia. No me gustaban, pero no veía otra solución”, recuerda. 
Imagen de la habitación de Grâce a Dieu, en Kaga-Bandoro © Fotografía: Sylvain Cherkaoui/Cosmos/Save The Children

Tras integrarse, lo trasladaron a un lugar situado a 10 kilómetros de distancia para recibir instrucción. “Cada mañana teníamos que entrenar duro, arrastrándonos por el barro. Los soldados querían que fuésemos mezquinos, despiadados. Cuando había enfrentamientos éramos nosotros, los niños, quienes éramos enviados a primera línea, lo duro era luchar en primera línea, vi a muchos de mis compañeros morir mientras peleábamos”, relata. “Yo siempre intentaba no matar a gente inocente. He visto muchas cosas, un montón de atrocidades”. En esos momentos, no era muy consciente de lo que sucedía. “Solo después, cuando nos íbamos, empezaba a darme cuenta de lo que habíamos hecho. Moral, emocionalmente, aquello me trastornaba”, confiesa.
Ante situaciones límite como las vividas por Grâce, el alcohol y las drogas suelen ser recursos habituales para evadir su realidad de niños soldado. “La gente tomaba muchas drogas, cáñamo… Yo bebía un montón de cerveza, no me drogaba. Algunas veces, me emborrachaba antes de una batalla. Otras veces, bebía hasta emborracharme después. De cualquier modo, bebí mucho durante ese tiempo”, rememora.
War Child advierte de la escasa respuesta que han recibido las necesidades de los niños y niñas en la República Centroafricana, un país históricamente ignorado por la comunidad internacional. Han pasado tres meses desde el inicio del mandato de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), la misión de paz aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU en abril de este año y organizaciones como Save the Children cuestionan que haya habido una mejora significativa en términos de protección. “Se necesitan más recursos de manera urgente para recomponer la vida de estos niños y para reconstruir y fortalecer las escuelas, que son la clave para que puedan salir adelante”, destaca Bodin. 
En estos dos años, la violencia ha desmantelado el sistema escolar. Según UNICEF, el 60% de los colegios de la Bangui han desaparecido desde que la milicia anti-balaka invadiera la capital, hace un año. A consecuencia del conflicto, muchas escuelas se han transformado en bases militares, han sido saqueadas, destruidas o blanco de ataques, como cuenta Gladys: “El año pasado no pudimos seguir estudiando por culpa de la violencia. Cuando íbamos al colegio nos disparaban, por eso dejamos de ir a clase”. En noviembre de 2013, Gladys –nombre ficticio- se unió a los anti-balaka después de que miembros de Seleka mataran a su madre, su abuelo, un tío y destrozaran la propiedad de su padre.
Jean: "Tenía un arma. Un AK47 y la usé, maté gente con ella, maté a mucha gente" © Sylvain Cherkaoui/Cosmos for Save The Children

Un horizonte con decenas de miles de niños y niñas, traumatizados por las experiencias vividas, sin acceso a la educación y encarando un futuro en que las oportunidades brillan por su ausencia supondría, alerta Save the Children, “serios riesgos a largo plazo para la seguridad y estabilidad en la República Centroafricana”.
Niños desmovilizados [se calcula que desde enero de 2014 han sido más de dos mil] como Grâce a Dieu, Jean o Gladys, o todavía dentro de una milicia, como Maeva, coinciden a la hora de expresar su voluntad de estudiar. “Ahora me encuentro bien, no tengo pesadillas. Mi mayor deseo es volver a la escuela. Solía gustarme mucho leer”, dice Grâce.
Jean intuye que no será fácil. “No sé qué pasará en el futuro, lo que sí sé es que los enfrentamientos continúan”.

martes, 30 de septiembre de 2014

Cançó "Soldado de papel"

Hay un lugar donde da el sol sólo dolor 
Sin marcha atrás, ni dirección, tienes que luchar 

No, no han crecido y ya tienen valor, 
han vivido y mueren por error, 
y su juego lo destruye el fuego... 
son niños 

¿Quién puso en tus manos sabio de regalo? 
¿Quién con tanta ira te lastima? 
¿Cómo pudo la inocencia convertirse en destrucción...? 
¿Quién te habrá robado el mundo en un disparo? 
¿Quién le puso precio a tu vida? 
¿Cómo vive la conciencia con tanto dolor? 
Dime ¿quién, cómo y porqué? Soldado de papel. 

De monos son, su piel es real 
mil y uno caerán, 
no le importa la edad, ellos sufrirán 
es una barbas eee. 

No, no han crecido y ya tienen valor, 
han vivido y mueren por error, 
y su juego lo destruye el fuego... 
son hijos del miedo. 

¿Quién puso en tus manos sabio de regalo? 
¿Quién con tanta ira te lastima? 
¿Cómo pudo la inocencia convertirse en destrucción...? 
¿Quién te habrá robado el mundo en un disparo? 
¿Quién le puso precio a tu vida? 
¿Cómo vive la conciencia con tanto dolor? 
Dime ¿quién, cómo y porqué...? Soldado de papel. 

¿Quién puso en tus manos sabio de regalo? 
¿Quién con tanta ira te lastima? 
¿Cómo pudo la inocencia convertirse en destrucción...? 
¿Quién te habrá robado el mundo en un disparo? 
¿Quién le puso precio a tu vida? 
¿Cómo vive la conciencia con tanto dolor? 
Dime ¿quién, cómo y porqué...? Soldado de papel.



Neill, escuela Summer Hill



Summerhill es una escuela fundada en 1921 por Alexander Sutherland Neill.en la aldea de Leiston, en Suffolk, Inglaterra, a unos 160 kilómetros de Londres. Es una de las pioneras dentro del movimiento de las Escuelas democráticas. Atiende a niños de educación primaria y secundaria.

Principios educativos

En “Summerhill” se desarrolla una educación basada en los siguientes principios pedagógicos que Neill defendió en sus obras:

  • Firme convicción en la bondad natural de los seres humanos.

  • La felicidad como máxima aspiración de la educación.
  • El amor y el respeto como bases de la convivencia.
  • La importancia de la corporalidad y la sexualidad.

A partir de estos principios que se relacionan con el pensamiento de Rousseau y Wilhelm Reich, la escuela funciona con unas características especiales que la diferencian de las escuelas convencionales. Entre ellas destacan:

  • Ausencia de exámenes y calificaciones.
  • Asistencia no obligatoria a las clases.
  • La asamblea como órgano de gestión.
  • Ausencia de reprimendas y sermones.
  • Trato igualitario entre niños y adultos.

Ideales

Neill establece que la principal meta de una escuela debe ser auxiliar a sus alumnos para que estos sean capaces de encontrar la felicidad propia y es por eso que propone un modelo muy diferente al de las escuelas tradicionales, que según él sólo consiguen promover una atmósfera de miedo. Para que una persona sea feliz necesita primero ser libre para escoger su propio camino. Es por eso que renuncia a cualquier tipo de autoridad moral o jerárquica.

En Summerhill, ningún adulto tiene más derechos que un niño, todos tienen los mismos derechos. Todos deben ser libres, entendiendo la libertad como una construcción colectiva. La libertad no acaba cuando comienza la del otro, como defendían los iluministas, la libertad precisa que todos sean libres para existir.

La pedagogía tradicional supone que los niños tienen una tendencia natural al egoísmo, siendo necesarios una interferencia autoritaria por parte de la familia y la escuela, para desarrollar el altruismo. Summerhill parte del mismo supuesto pero no llega a las mismas consecuencias: el niño es egoísta pero ese egoísmo no es malo en sí mismo. El egoísmo infantil es una etapa del desarrollo del niño (tesis acorde con las investigaciones del psicólogo suizo Jean Piaget) que si se desarrolla naturalmente desemboca en el altruismo; existe un momento en el que el niño necesita de los demás y entonces su propio egoísmo le abre a la comunidad. Inculcar a los niños principios altruistas antes de que sean capaces de asimilarlos sólo produce individuos miedosos e hipócritas. O sea, la educación tradicional yerra en esa interferencia autoritaria, sin percibir que es justamente ese tipo de interferencia la que alimenta aquello que identifica como problema. Según Neill es solamente a través del miedo como se puede intentar forzar el interés de alguien.

En esa escuela todas las reglas de convivencia y soluciones a los problemas que surgen en el día a día son resueltas en una asamblea que ocurre semanalmente, donde cada persona sea alumno, profesor o funcionario, tiene derecho a hablar y votar, manteniéndose el principio de que todos los votos valen lo mismo. Las normas de la escuela son construidas entre todos, todos se sienten parte del colectivo y se empeñan en mejorarlo.

Educación en libertad

Summerhill se destaca por defender que los niños aprenden mejor libres de los instrumentos de coerción y represión usados por la mayoría de las escuelas. Todas sus aulas son opcionales, los alumnos pueden escoger las que desean frecuentar y las que no desean. Neill fundó la escuela con el convencimiento de que "un niño debe vivir su propia vida - no una vida que sus padres quieran que viva, no una vida decidida por un educador que supone saber lo que es mejor para el niño".

La educación de Summerhill entra dentro de la pedagogía antiautoritaria. Con matices, se ha desarrollado en distintos lugares del mundo donde existen escuelas similares a Summerhill. Para Neill, la educación en libertad es posible porque el niño responde positivamente al amor y la libertad. El origen de los problemas de muchos niños (y adultos) lo sitúa en la influencia ejercida por una sociedad enferma que reproduce sus propios miedos y su violencia. Al contrario, el entorno sano que representa la escuela fundada por Neill es la mejor terapia para curar los problemas de los niños y, tal vez, de toda la sociedad.

Además, destaca la importancia dada al juego y las actividades artísticas y creativas, como el teatro o la danza. Frente a esto los libros pasan a un segundo lugar en la educación, y hay materias que desaparecerían por completo, como la religión.